Arquitectos proyectando obsolescencia

21 de agosto de 2009 por manu

De entre todas las Bellas Artes, la arquitectura es sin duda la que más lentamente evoluciona en cuanto a manifestación estética se refiere. Y no es para menos. El coste y tiempo de producción de un edificio es bastante mayor que el de una escultura o un cuadro, lo cual ha hecho que sea la arquitectura, desde siempre, la última manifestación del arte en adoptar una nueva corriente estética. Por supuesto, todo esto al margen de que la principal función de la arquitectura no es expresar belleza…

Por este motivo desde que la fotografía existe los arquitectos han querido retratar sus edificios junto a obras de arte u objetos que representaran la vanguardia estética o la evolución tecnológica de la época, tratando así de apropiarse de algún modo del aura de modernidad que estos desprendían.

De entre todos los movimientos y corrientes que hubo en el s.xx el Movimiento Metabolista es sin duda uno de los que mejor representa este uso de la tecnología en la arquitectura. Y si bien sucede que todas estas corrientes no suelen pasar de un manifiesto, varios proyectos dibujados y (quizás) un par de edificios en alguna exposición universal, en este caso Kisho Kurokawga consiguió que se construyera un proyecto de viviendas-cápsula en Tokyo, conocido como el edificio Nakagin. Fue entre 1970 y 1972.

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Foto cogida de la wikipedia. Autor: wiiii

Vale. Ahora mira en esta foto del interior de una de las cápsulas la cantidad de trastos tecnológicos que hay: un televisor (a color), un teléfono fijo, un reproductor de cinta magnética (o algo parecido), una radio, un reloj despertador, altavoces, luces y lo que parecen varios interruptores.

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Foto:  arcspace

Al ver tanto trasto tan finamente integrado en este pequeño espacio cabe preguntarse si a Kiro se le pasó por la cabeza que en algún momento las obsolescencia llamaría a la puerta de su edificio.

Pues sí, se le pasó. La idea es que estas cápsulas pueden separarse de la estructura principal y ser sustituídas por otras. Imagino que diez años después en lugar del reproductor de cinta magnética hubiera habido uno de CDs y en lugar del teléfono fijo uno inalámbrico de esos que había que coger con las dos manos. Y luego hubieran venido modelos con ordenador 286, 386, Pentium-I… con Play Station, Play Station 2, Play Station 3… con reproductores de CD, DVD, Blu-ray… El hecho es que nunca en la historia de este edificio se han sustituído las cápsulas. Las razones son muy sencillas: el coste y la compleja infraestructura necesaria para subir y bajar las cápsulas.

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Sistema de unión a la estructura. Imagen encontrada aquí

De todos modos, suponiendo que fuera viable sustituir las cápsulas por otras el sistema sigue funcionando regular. La idea recuerda mucho a la Texas Instruments TI-99/4A y otros ordenadores con sistema sidecar de extensiones, del que hablaba skotperez el otro día. Digamos que el problema es el mismo: depender de una única empresa para arreglar o mejorar los componentes de aquello por lo que has pagado, no parece la mejor idea del mundo . Máxime si hablas de un edificio, un objeto que se espera que dure al menos 100 años…

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Vista isométrica de la cápsula. Encontrada aquí también.

En fin son cosas que sólo pasan en la arquitectura de vanguardia. Por cierto, van a demoler el edificio porque sus habitantes están cansados de vivir en casas tan pequeñas.

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¿Por qué no son populares los teléfonos japoneses? | 21 de julio de 2009 por paaq

¿Por qué no son populares los teléfonos japoneses?

Tienen e-mail desde hace nueve años, cámara de fotos desde hace ocho, internet de alta velocidad desde hace siete años… y, como explican en este artículo del New York Times, los móviles japoneses no tienen ningún éxito en el resto del mundo. Tampoco el iPhone se vende bien en Japón, pero eso es lógico, porque allí es un teléfono de gama media-baja.

Via menéame

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Sodai gomi, la basura en Japón

3 de julio de 2009 por paaq

Japón es un paradigma del respeto al medio ambiente y el civismo. Uno de los signos inequívocos de esta cultura cuidadosa se manifiesta en el hecho de tirar la basura. Son famosos los cuadernos municipales que se entregan a los recién llegados a una ciudad, en la que se desgranan los diferentes tipos de basura y los días y horas a las que se puede depositar (aquí el de la ciudad de Hamura a las afueras de Tokio, 1,2 megas en PDF). Para tirar un lápiz de labios en Yokohama hay que sacar los restos, que irán a incinerar, mientras que el tubo irá o en plásticos o en metales pequeños.

Algunas basuras ni siquiera se pueden desechar gratis. Es el caso de la sodai gomi, o basura grande: grandes electrodomésticos, muebles y equipos informáticos. El gato nipón explica el proceso:

hay que llamar a un número de teléfono (que viene en la hoja de basuras, normalmente) y que cambia en función de lo que se tira. Una vez informamos de lo que queremos tirar, nos cuentan cuánto dinero tenemos que pagar. Entonces, vamos a un konbini, y compramos estos ’sellos’ que veis en la foto;

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Compramos tantos como haga falta hasta completar el precio, que suele ser de 1500, 2000 yen por cada cosa… y ponemos nuestro nombre en el espacio en blanco que hay. Entonces, lo pegamos, con lo que podamos (pegamento, celo etc) sobre el chisme que tiremos. Nos quedamos con una parte recortable como justificante de pago, y dejamos la basura en el lugar de recogida el día que nos han dicho por teléfono que lo hagamos. Es decir, una auténtica pesadez que además puede llegar a salir muy cara, en función de lo que tiremos

Existe una alternativa: las llamadas “tiendas de reciclaje” cuentan con pequeños camiones que recogen los bultos en el domicilio. Pagan algo así como el 5% del valor del electrodoméstico nuevo, así que no son ningún chollo; en algunos casos incluso cobran por recoger cosas muy cutres. Es comprensible sentir que ganamos mucho menos que ellos en el trato, y preferir acudir al canal municipal por unos miles de yenes de diferencia, con la dignidad intacta y la sensación de ser un buen ciudadano. Siempre cabe la posibilidad de que después de pagar y pegar los sellos oficiales algún vecino se adelante al camión municipal.

Como el gato nipón, la mayoría de los extranjeros que llegan a Japón se muestran incómodos con tan estricta regulación y, debido al aislamiento inicial por diferencias de idioma y a unas intensas redes de comunicación entre cada nacionalidad, existe todo un tráfico de ordenadores, neveras y microondas entre los que llegan y los que se van. El transporte tampoco es sencillo, porque en Japón pocos extranjeros tienen coche. Así que una gran parte de esos jóvenes y cotizados profesionales occidentales que han ido a trabajar a Japón viven como universitarios salmantinos, rodeados de televisores y lavadoras de quinta mano. Lo paradójico es que esto sucede en uno de los países del mundo donde la electrónica es más barata.

Si buscamos las razones de esta meticulosidad con el tratamiento de residuos, lo primero que nos vendrá a la cabeza son las propias características de la sociedad nipona: obediencia y armonía. La japonesa es una sociedad colectivista en la que cada miembro actúa sin perder de vista objetivos comunes. Otro ejemplo que comentaba antes brevemente es el del automóvil: tener coche en Japón es carísimo, no por el precio de compra, sino por los impuestos y porque hay que demostrar que se posee una plaza de garaje donde guardarlo.

Y es que los japoneses son muchos y viven apretados. Con una densidad de población más de tres veces superior a la española y un terreno montañoso y poco aprovechable, el espacio público en Japón es un bien precioso. Los japoneses no usan la calle para aparcar el coche, disfrutan de los espacios de esparcimiento de miles en miles (como a la piscina donde van los Noara) y se apiñan en los trenes para acudir al trabajo. Las estrictas leyes y reglas sociales hacen posible la convivencia de tanta gente con un gran nivel de vida en tan poco sitio, renunciando a aquellos lujos que consumen espacio común, como el coche o la carne (dada la poca superficie de pasto aprovechable, es muy costoso criar ganado).

Almacenar basura es otro de los usos marginales del espacio público al que estamos acostumbrados fuera de aquellas islas. El vertedero es un lugar presente a las afueras de Madrid, de Vancouver y de Manila. Pero en un país tan densamente poblado como Japón es difícil almacenar residuos lejos de todo asentamiento humano. En los años 30, la enfermedad de Minamata, provocada por los vertidos de una factoría de abonos en esa pequeña ciudad costera, causó más de tres mil víctimas. Este artículo de Time Asia habla de otro caso más reciente, sobre casos de cáncer en las proximidades de una planta de tratamiento de residuos.

Dado que Japón es un país rico rodeado de países no tan ricos, es razonable pensar que las fuerzas del dinero sean más poderosas que las de la ley y la responsabilidad, y que la basura pudiera acabar lejos a cambio de unos cuantos yenes. En 2000 se interceptó un barco con 122 contenedores de basura industrial con destino a Filipinas. Cabe pensar que podría ser la punta de un iceberg, pero no es tan sencillo saltarse los controles portuarios en un país donde todo entra y sale por barco.

Con estas premisas, los japoneses se han convertido en los campeones mundiales de la incineración de residuos. El 80% de la basura se incinera; el mismo porcentaje que se va al vertedero en Estados Unidos. La incineración no contamina el aire si se realiza a suficiente temperatura y a partir de residuos concretos. Incluso puede proporcionar energía si se incluyen basuras más caloríficas como los plásticos, aunque los ecologistas no son partidarios de esta solución.

La incineración, el reciclaje y la reutilización son la expresión de un largo proceso que comienza en casa, siguiendo el manual de basuras del que hablábamos al principio. Si cada hogar realiza un esfuerzo en la primera etapa de separación, la sociedad ahorra en la ya cara factura ambiental del desecho de residuos. Este esfuerzo individual ha de ser socializado, por lo que se organizan brigadas vecinales para controlar e informar. Veamos un capítulo de Sinchan en el que Misae y Michi pasan una mañana dedicadas a este menester. Ojo, es día de basura inorgánica:

Visto lo visto, me pregunto cómo será una huelga de basuras a la japonesa.

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